sábado, 14 de enero de 2012

¡Con cuidado, Matías!

Reiteradas veces escucho como un padre le dice a su hijo o hija en lugares como parques, fiestas de niños, etc. cosas como: ¡Cuidado Matías! ¡Cuidado! ¡No corras! Etc. Otra vez una madre le dijo a su niño: ¡ve a jugar, pero no sudes! Insólito que un niño corra sin sudar.
Al escuchar comentarios así, siento que los papás sin saber, le van instalando un freno al niño, quizá para toda su vida, aquel que lo frenará por siempre. A los niños les gusta correr, traspirar, reír y jugar largas horas. También necesitan golpearse, caerse, tropezar, pues la vida nos va a dar mucho de eso y cada niño debe estar preparado para recibir esos golpes sin aterrarse.
Me parece que  decir reiteradas veces a un niño ¡cuidado! Es hacerle acordar que hay peligro constante y que debe detenerse. El objetivo en la vida es avanzar, no detenernos. Sin querer el niño interpreta del padre que va a caerse por donde pisa, debido a su torpeza. Si el niño se cae, confirmará la negativa frase diciendo: Soy torpe, mi papi lo sabía.
Los niños, deben medir sus riesgos, avanzar cuanto puedan, ser audaces. La vez pasada vi a una señora de setenta años, que correteaba a su nieto de más de dos por todos lados, para que este no se caiga.  El niño corre perfectamente. Yo le dije: La que se va a caer es usted. Lo peor es que no se va a recuperar a la fantástica velocidad que se recupera un niño.
Dejemos que nuestros niños experimenten, midan sus riesgos y sean atrevidos, pues necesitamos seres humanos osados, audaces y valientes. No hagamos niños temerosos e inseguros que solo piensan que se van a caer. La vida es dura y debemos prepararlos para que le hagan frente. En muchos momentos de sus vidas, ya no estaremos los papás para cuidar de ellos.


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